El Real Madrid manchó en el Etihad su leyenda en la Champions. El equipo blanco abdicó sin pelear y fue arrollado por el Manchester City por fútbol, concentración e intensidad. Repaso táctico monumental de Guardiola a Ancelotti, que sacrificó a Rüdiger para meter a Militao y autodestruyó a su equipo. Courtois evitó que el Madrid se llevara un set y que Haaland, que jugó a su antojo, lograra un hat-trick. Carletto queda tocadísimo y alguno de los pesos pesados del vestuario, intrascendentes e invisibles, muy señalados: Kroos, Modric, Benzema… y hasta Vinicius.
Ancelotti traicionó aquella vieja ley que viene a decir que no conviene arreglar lo que no está roto y lo pagó caro. Metió a Militao por Rüdiger, que había secado a Haaland en el Bernabéu, porque Carletto le tiene más fe al brasileño que su propia madre. Como era lógico y previsible no tocó nada del resto. Ni desplazó a Alaba a la izquierda, ni puso a Camavinga de mediocentro, ni metió arriba a Valverde, ni quitó del once a Rodrygo. Todo perolas mentales de periodistas con demasiado tiempo libre entre la ida y la vuelta. Militao por Rüdiger y chimpún.
Para los que tengan la memoria de pez de Pedro Sánchez les recordamos el once del Real Madrid: Courtois; Carvajal, Militao, Alaba, Camavinga; Kroos, Modric, Valverde; Rodrygo, Vinicius y Benzema.
Enfrente Guardiola también apostó por los mismos del Bernabéu. Vamos, que lleva toda la eliminatoria con los mismos porque en el campo del Madrid no hizo ni un cambio. Quizá la actitud del City sería distinta en el Etihad que en el Bernabéu donde guardó la ropa más tiempo del que nadó.
El talento pasador de Bernardo Silva y De Bruyne, las llegadas de segunda línea de Gundogan, el desborde de Grealish y, sobre todo, el martillo pilón de Haaland en el área eran las principales amenazas del equipo de Guardiola que, para los más desmemoriados, era el siguiente: Ederson; Walker, Dias, Stones, Akanji; Rodri, Gündogan, Bernardo Silva; De Bruyne, Grealish y Haaland.
Y con los 22 protagonistas citados y sin un asiento libre en el Etihad echó a rodar el balón que decidiría quién sería el acompañante del Inter en la final de Estambul. El Real Madrid salió sin complejos, con una defensa más alta que en el Bernabéu y dispuesto a discutirle la pelota al City, que buscaba alargar sus posesiones para alejar a los blancos de su área.
Aprieta el Manchester City
Una incursión de Haaland, que le ganó el sitio a Militao y por velocidad a Alaba, fue el primer aviso del City que abortó Courtois con una buena salida. Luego vino una maniobra individual de Rodri, que culminó con un disparo cruzado que se marchó a la derecha de la meta del Real Madrid. Apretaba el Etihad y Guardiola aparcaba aviones para alentar a la grada.
El Real Madrid comenzó a defenderse ya no en el área sino casi detrás de la portería. Apenas cinco minutos le había durado el descaro a Ancelotti, lo mismo que tardó en asomar su vena italiana. En el 12 debió llegar el 1-0 en un remate a bocajarro de Haaland que sacó Courtois milagrosamente con la cadera cuando ya estaba vencido. El Etihad y Guardiola ahogaron el grito de gol. El Madrid volvía a sostenerse en su gigantesco portero y en la no menos gigantesca flor de Carletto.
Guardiola tenía el partido donde quería. El Manchester City también. Sufría el Real Madrid, hundido en su área y achicando más agua que los marineros del Titanic. En el 18 De Bruyne ejecutó un libre directo que lamió por fuera el palo izquierdo de Courtois. Y en el 20 otra vez Haaland se topó con Courtois en su camino hacia el gol. De nuevo un cabezazo a bocajarro, de nuevo un contrapié y de nuevo el brazo incorrupto del meta del Real Madrid que evitaba lo inevitable, que el City se adelantara en el marcador.
El cántaro no dejaba de ir a la fuente del Real Madrid. Era lógico que se rompiera. Y se rompió. Fue en el minuto 23 cuando Bernardo Silva encontró una parcelita a la espalda de Camavinga, que había abandonado su sitio, y se internó en el área ante la pasividad de Modric y Kroos. El portugués sentó con calma a Alaba y engañó en su salida a Courtois. El City se ponía por delante por méritos propios y deméritos ajenos, los de un Madrid superado y con un Ancelotti haciendo su habitual ejercicio de marianismo futbolístico.
Los jugadores del Real Madrid hicieron un corro de autogestión y decidieron recolocarse. Kroos y Modric compartieron el eje y Rodrygo se colocó de mediapunta para dejarle el costado derecho a Fede Valverde. El Madrid se recolocó bien. En el 34 por fin el primer disparo a puerta de los blancos, un tirazo lejano de Kroos que se topó con el travesaño después de que Ederson rozara con la punta de su guante.
Doblete de Bernardo
Se cumplió la ley del fútbol y a la vuelta Bernardo Silva hizo el segundo. Fue un centro al área de Grealish que despejó Militao con el tacón tras perderle la cara a la pelota. El balón cayó en la cabeza del portugués, que hizo una vaselina perfecta para batir a Courtois en medio de un enorme descontrol en la defensa del Real Madrid, con mención especial para un Camavinga que era el caos con rastas.
El Real Madrid acusó el 2-0 y en los minutos finales pudo encajar el tercero si no llega a ser porque Alaba lo evitó al echarse al suelo y evitar que el disparo de Grealish acabara en gol. A los de Ancelotti les salvó la campana. Se fueron al descanso eliminados, eliminadísimos, muertos y enterrados pero con 45 minutos por delante para intentar lo imposible, especialidad de la casa.
Del descanso regresamos con los mismos protagonistas. El Real Madrid, lejos de salir picado, parecía hundido. El partido de Modric era para retirarle la renovación. Igual que el de Benzema. Ancelotti ponía a calentar a sus efectivos del banquillo, lo que lejos de sumar esperanzas, las restaba. En el 50 una falta lejana de Alaba hizo lucirse a Ederson con una palomita espectacular.
El City jugaba con sus dos golitos de ventaja sin necesidad de acelerar. El Real Madrid era una oda a la impotencia. Guardiola echó atrás a su equipo y entregó el balón al equipo de Ancelotti, que seguía sin noticia de Benzema ni Rodrygo ni Vinicius. Bueno, ni nadie menos Courtois. Pep y sus muchachos tenían el partido absolutamente bajo control.
Un Madrid impotente
En el 62 Ancelotti (tarde, mal y nunca) metió a Rüdiger por un desdibujadísimo y resignado Modric. Alaba se iba al lateral izquierdo y Camavinga pasaba al centro. Era un intento a la desesperada por recuperar a un equipo mortecino. Qué digo mortecino, a un equipo muerto. Camavinga ofreció energía y vigor al centro del campo del Real Madrid, quizá demasiado tarde.
El Manchester City seguía contemporizando y sin mover su banquillo. Sí que lo hizo Ancelotti, que metió a Asensio por Kroos. Ya no le quedaba más munición en el banquillo en busca de un gol que agitara la eliminatoria y los fantasmas del Etihad. En el 72 al que se le aparecieron los fantasmas fue Haaland, que se topó con Courtois en el mano a mano. El pie del belga evitó el 3-0 a pachas con el travesaño, que repelió el tiro del noruego.
En el 75 sí que llegó el tercero por obra y gracia de Militao, que sin querer desvió un remate de Akanji y despistó a Courtois. El brasileño abrochaba otro partido deplorable. Con el 3-0 y el billete para la final en el bolsillo Pep quitó a Gundogan por Mahrez. Ancelotti metió a Tchouaméni y Ceballos por Carvajal y Rodrygo para culminar su monumental empanada.
En los minutos finales el Manchester City no quiso hacer más sangre, sólo Haaland tenía interés en engordar una estadística que le dejaba a cero en los 180 minutos. Pep le quitó en el 88 ante la ovación de un Etihad entregado. En las postrimerías del duelo no estaban pasando cosas hasta que Julián Álvarez aprovechó una torrija entre Tchouaméni y Rüdiger para hacer el cuarto y abrochar una de las noches más negras en la Champions de la historia del Real Madrid. Un resultado que traerá consecuencias, la primera, el más que probable adiós de Ancelotti.